Hoy a venido a mi memoria (no sé porqué) el recuerdo de aquellas peluquerías de señoras a las que a veces acompañábamos a nuestras madres.
Había en ellas un aroma muy especial debido al uso de la laca y a otros mejunjes para el pelo. Habia un gran colorido, un arco iris de frascos alrededor de una pared acristalada y llena de espejos.
Pero sin duda lo que más llamaba mi atención era la presencia de esos descomunales secadores con forma de huevo que me transportaban (o más bien me teletransportaban) a otros mundos, a otras galaxias.
Esos aparatos tan ruidosos parecían sacados de una película de ciencia ficción y daban a la sala una apariencia moderna pero a la vez estrambótica y tecnológica. De pronto las personas se convertían en una especie de alienígenas en reposo.
Espero que esto haya sido un pequeño homenaje al surrealismo que ya empezó a aparecer en los rincones más cotidianos como las peluquerías.
Hoy siento envidia de las personas que pudieron disfrutar de esos lugares...
CARPE DIEM
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